¿Qué tengo yo contigo?

¿Qué tengo yo contigo?


“Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a Sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tengo yo Contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.” Lucas 8:28
Examinando ese pasaje, nos damos cuenta de cómo debemos comportarnos en este mundo que, dígase de paso, “está bajo el maligno”. A partir del momento en que entregamos nuestra vida al Señor Jesús y nacemos de Su Espíritu jamás podemos mantener ningún tipo de ligazón directa o indirecta con el diablo.
Observe que el propio Satanás reconoció que Jesús es el Hijo del Dios Altísimo, y que no existe ningún acuerdo, ninguna comunión con él.
Allí podemos ver a lo profano reconociendo a lo Santo, a lo inmundo reconociendo a lo Puro, a las tinieblas reconociendo a la Luz.
Tenemos que ser reconocidos por el diablo de la misma forma. Una vez que nacemos del Espíritu Santo no podemos estar relacionados con Satanás, es por eso que nuestro testimonio de comportamiento tiene que ser visto por el infierno, pues nuestro Señor dijo:
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:14-16
Cuando el diablo se presenta delante de nosotros, obreros, ¿él se postra, llamándonos hijos del Dios Altísimo? ¿Exclama “Qué tengo yo contigo”?, ¿o hace como hizo con los hijos de Esceva?:
“Pero respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.” Hechos 19:15-16
Si él se está comportando delante de usted como con los hijos de Esceva, es porque le está faltando Santidad, Unción, Temor, oración a los pies de Jesús, ayuno, y una vida comprometida con el Señor Jesús.
¡PIENSE EN ESO!
Dios los bendiga
Obispo Sérgio Correa

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