Justicia propia

Justicia propia


Justicia no le faltaba.
Integridad de carácter, mucho menos.
Su fe era envidiable, ya que temía a Dios y se desviaba del mal.
Entonces, ¿cuál era su problema?
La justicia propia.
A causa de su comportamiento íntegro, recto, de temor a Dios y huida del mal, Job era aparentemente perfecto.
Dios lo exaltó en la cara del diablo cuando dijo: “… Nadie hay en la Tierra semejante a él…” Job 1:8
A pesar de eso, había algo crucial y fundamental en él, que hacía la diferencia para menos: conocía al Señor solo a través de informaciones de terceros. Job 42:5
Ese era su gran problema – que es el problema de la mayoría de las personas.
Son honestas, íntegras, se desvían del pecado, viven respetando las reglas, no le hacen mal a nadie, pero, desgraciadamente, a causa de esa auto justificación, no se liberan.
Todo lleva a creer que un espíritu engañador las convence de su “pureza y santidad.”
No necesitan la Salvación ni a un Salvador, porque sus “obras” son como las de Job.
Tamaña era su autoconfianza en la propia justicia, que llegó al punto de decir:
“Hoy también hablaré con amargura; porque es más grave mi llaga que mi gemido.
¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta Su silla.
Expondría mi causa delante de Él, y llenaría mi boca de argumentos.
Yo sabría lo que Él me respondiese, Y entendería lo que me dijera. ¿Contendería conmigo con grandeza de fuerza? No; antes Él me atendería.”
 Job 23:2-6
Observe que la confianza en su propia “pureza y santidad” era tan grande que dice:

“Expondría mi causa delante de Él, y llenaría mi boca de argumentos.
Yo sabría lo que Él me respondiese, Y entendería lo que me dijera.”
Muchas personas no tienen sus vidas transformadas a causa de ese espíritu de justicia propia: “No hago eso, ni aquello; soy fiel, pago mis diezmos, doy mis ofrendas, voy a la iglesia, leo la Biblia, oro, ayuno, etc., etc., etc.”
Igualito a la historia del fariseo contada por Jesús:
“El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, Te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.” Lucas 18:11-12
Mientras tanto, “el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.” Lucas 18:13
Jesús concluyó: “Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro…” Lucas 18:14
Esas personas son semejantes a las cinco vírgenes necias. Mateo 25:1
Eran vírgenes, aparentemente puras, santas y salvas, pero no tenían el brillo del aceite del Espíritu Santo. La puerta se cerró y ellas, con toda su pureza, santidad y virginidad, se quedaron atrás.
Después de esto, el SEÑOR, desde el medio de un remolino, respondió a Job:
“¿Dónde estabas tú cuando Yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.” Job 38:4
En otras palabras, el Señor le respondió a Job: ¿Quién crees que eres para llenar tu boca de argumentos delante de Mí?
Reflexionando, finalmente Job admitió que su justicia, a pesar de ser perfecta a sus ojos, era como un trapo sucio delante del Altísimo.
Entonces confesó:
“Yo Te conocía solo de oír, pero ahora mis ojos Te ven.” Job 42:5
Pr. Gilson Santos

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