Mezcla de Sangre
“Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es Mi sangre del nuevo [pacto], que por muchos es derramada.” Marcos 14:23-24
A veces me pongo a pensar por qué vemos muchos obreros, miembros y cristianos en general, diciendo creer en un Dios tan grande, tan poderoso, y viviendo una vida tan mediocre, tan atada. Muchas veces existe una distancia kilométrica entre las promesas de Dios y el cumplimiento de las mismas en sus respectivas vidas.
Sabemos que entre nosotros y el cumplimiento de las promesas existe el diablo poniéndole trabas a nuestras victorias. Sin embargo, la gran verdad es que muchos no poseen una verdadera alianza con el Dios de las promesas por eso ellas no se cumplen. En ese cáliz de la [nueva] alianza hecha por Jesús, tiene que haber una mezcla homogénea entre Su sangre (vida) y nuestra sangre (vida) de manera que nadie logre distinguir quién es quién. ¿Recuerda lo que nuestro Señor le dijo a Felipe?
“Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no Me has conocido, Felipe? El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” Juan 14:9
Obreros(as), esa es la verdadera y [nueva] alianza hecha entre nosotros y Dios, que se inicia con nuestros diezmos y ofrendas, que representan nuestra sangre (nuestra vida) en aquel cáliz del sacrificio que estaba en las manos de nuestro Señor aquella noche de Santa Cena.
Quien esté verdaderamente afirmado en esa [nueva] alianza será el propio Jesús en este mundo, en la persona del Espíritu Santo, venciendo al infierno entero que se interpone como barrera entre las promesas de Dios y sus realizaciones, pues nada ni nadie podrá vencernos.
Es como dijo el apóstol Pablo:
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” 1 Juan 5:4
Piense en esto: Si usted todavía no tiene esa [nueva] alianza está perdiendo tiempo. Hágala ahora. Y usted que rompió la suya a través del pecado, reconcíliese ahora con Dios. Él es la esencia de la misericordia y lo va a recibir con los brazos abiertos.
Dios los bendiga
A veces me pongo a pensar por qué vemos muchos obreros, miembros y cristianos en general, diciendo creer en un Dios tan grande, tan poderoso, y viviendo una vida tan mediocre, tan atada. Muchas veces existe una distancia kilométrica entre las promesas de Dios y el cumplimiento de las mismas en sus respectivas vidas.
Sabemos que entre nosotros y el cumplimiento de las promesas existe el diablo poniéndole trabas a nuestras victorias. Sin embargo, la gran verdad es que muchos no poseen una verdadera alianza con el Dios de las promesas por eso ellas no se cumplen. En ese cáliz de la [nueva] alianza hecha por Jesús, tiene que haber una mezcla homogénea entre Su sangre (vida) y nuestra sangre (vida) de manera que nadie logre distinguir quién es quién. ¿Recuerda lo que nuestro Señor le dijo a Felipe?
“Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no Me has conocido, Felipe? El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” Juan 14:9
Obreros(as), esa es la verdadera y [nueva] alianza hecha entre nosotros y Dios, que se inicia con nuestros diezmos y ofrendas, que representan nuestra sangre (nuestra vida) en aquel cáliz del sacrificio que estaba en las manos de nuestro Señor aquella noche de Santa Cena.
Quien esté verdaderamente afirmado en esa [nueva] alianza será el propio Jesús en este mundo, en la persona del Espíritu Santo, venciendo al infierno entero que se interpone como barrera entre las promesas de Dios y sus realizaciones, pues nada ni nadie podrá vencernos.
Es como dijo el apóstol Pablo:
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” 1 Juan 5:4
Piense en esto: Si usted todavía no tiene esa [nueva] alianza está perdiendo tiempo. Hágala ahora. Y usted que rompió la suya a través del pecado, reconcíliese ahora con Dios. Él es la esencia de la misericordia y lo va a recibir con los brazos abiertos.
Dios los bendiga
Obispo Sérgio Correa |
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