El veneno del Espíritu

El veneno del Espíritu

El orgullo, uno de los peores pecados manifestados precozmente por Lúcifer, el ángel caído que quizo ser igual a Dios
Tal como existe el “buen” y el “mal” colesterol, el orgullo puede ser bueno o malo… en el caso del colesterol, el primero es beneficioso, pero el segundo puede matar. Lo mismo sucede con el orgullo, pues un poco de orgullo en sí mismo es positivo, ya la arrogancia puede hacer una vida estéril.
El orgullo
Para muchos, el orgullo es un factor determinante en el camino para el éxito, en el ámbito familiar y profesional. En cierta medida, el orgullo es la confirmación y afirmación natural de nuestros sentimientos, conquistas y alegrías, es decir, un sentimiento positivo y bueno, para consigo y con el prójimo.
El “Buen Orgullo”: Dignidad o Soberbia
Algunas personas consideran que el orgullo para sus propios hechos es un acto de justicia consigo mismo. El debe existir, como forma de elogiar a su yo, dando fuerzas para desarrollar y conseguir un progreso individual, rumbo a un proyecto de vida más amplio y mejor. Eso se aplica tanto a usted como al prójimo, sin embargo, socialmente, una persona que tenga orgullo por los otros es generalmente en el sentido de la realización, siendo asociada a una actitud altruísta, en cuanto el orgullo por sí mismo se acostumbra a ser asociado al sentimiento de capacidad y egoísmo.
El “Mal Orgullo”: Soberbia o Arrogancia
Para Dios, el “mal orgullo” o la soberbia es uno de los peores pecados, manifestados precozmente por Lúcifer, el ángel caído que quizo ser igual a Dios (Isaías 14.1-14). Este es un ejemplo claro de como el orgullo en exceso se puede transformar en vanidad, ostentación, soberbia, siendo visto apenas como una emoción negativa: la Arrogancia.
Otras personas clasifican el orgullo como exagerado cuando se vuelve un tipo de satisfacción incondicional o cuando los propios valores son subestimados, creyendo ser mejores o más importatntes que los otros. El orgullo sofoca, destruye y, eventualmente, mata, pues de el nacen otros males como la envidia, las discusiones, las divisiones y el rencor. Sentimientos que comienzan por contaminar el espíritu y que, gradualmente, arrastran el alma y el cuerpo, muchas veces manifestándose en enfermedades físicas, como el cáncer.
¿Cómo detectar al orgullo como pecado? Preste atención:
- Cuando no aceptamos la reprensión del pastor, lídeo o hasta mismo de los compañeros del ministerio.
- Cuando creemos que estamos siempre en lo cierto.
- Cuando no damos ninguna importancia a lo que dicen las otras personas.
- Cuando creemos que somos mejores que alguien.
- Cuando creemos que somos dignos de recibir alguna gloria u honor.
- Cuando creemos que la obra que ejecutamos está teniendo éxito por nuestra capacidad.
- Cuando creemos que nuestra forma de proceder es la más correcta ante Dios.
- Cuando humillamos, subestimamos o no valorizamos a nuestro prójimo.
Observe: Cuando hacemos todo esto, estamos siendo orgullosos. Y el único antídoto para el orgullo es cultivar la humildad de espíritu, “porque de ellos es el reino de los cielos”, como Cristo dijo. “El orgullo del hombre lo humillará, pero el de espíritu humilde obtendrá honores.” (Pv 29.23)
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