Es su oportunidad, tómela

Es su oportunidad, tómela


La vida está hecha de oportunidades. Dependiendo de cuáles tomamos y cuáles no, es el resultado que obtenemos. Éstas han venido para todos, pero también no existe alguien que afirme no haber dejado pasar alguna.

Mientras estamos vivos, aunque hayamos arruinado muchas de ellas, existe la posibilidad de enmendar los errores y crear nuevas ocasiones. Ahora bien, al morir, todo habrá terminado y el libro de nuestra historia se sellará.

En el libro de Lucas, donde se relatan los hechos correspondientes al Domingo de Ramos, la entrada triunfal en Jerusalén, está escrito que Jesús lloró:
“ Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” (Lucas 19:41 al 44)

É l se lamentó de Jerusalén porque esta ciudad, aunque de labios lo alababa, no lo reconocía en su corazón como Mesías. Decían creer en Dios pero no obedecían los mandamientos. Jesucristo sabía que la consecuencia de su rebeldía sería la destrucción. Años más tarde, Jerusalén fue quemada a fuego por los romanos e incluso el Templo fue destruido, al punto de que en esta ciudad no quedó piedra sobre piedra.

El asunto es que también mientras vivimos tenemos la oportunidad de decidir si seremos salvos o no; si viviremos eternamente en el paraíso, junto a Dios, o en el infierno. De no aprovechar ahora y decidir nuestro destino eterno junto a Dios, después no habrá plegaria que nos saque del tormento.

Por esta causa Jesucristo murió y resucitó en propiciación de nuestros pecados, para que al darse a sí mismo, quienes lo acepten, no tengan que padecer ni en esta vida ni en la otra. Dios ya hizo lo que tenía que hacer para salvarnos, ahora nos toca a nosotros aprovechar la oportunidad que Él nos dio y hacer lo que nos corresponde: arrepentirnos y obedecer Su Palabra siempre y hasta el fin.
Así, de Su mano, no sólo obtendrá salvación eterna, también disfrutará en esta vida las grandezas de sus bendiciones.

Decida hoy. En realidad, no tiene nada de valor por perder y sí mucho por ganar.



Obispo Franklin
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